¡Para desternillarse de risa!

Queridos trocitos de gorgonzola,

¡Yip yip! Ratoncitos, no os creeréis lo que me sucedió el otro día… Tras una intensísima jornada en la redacción de El Eco del Roedor, el periódico que dirijo, en la que pensé que nada podía salirme peor, encontré la solución en la risa. Sí, sí, amiguitos, la risa. ¿Cómo?, os estaréis preguntando. ¡Por mil quesos de bola! Pero mejor empecemos por el principio, ¿no?

Como os iba diciendo, había sido una jornada tan agotadora como un maratón de degustaciones de queso. Ese día me había propuesto terminar de escribir un suculento artículo sobre los tipos más exóticos de productos queseros que se pueden encontrar en Ratonia, revisar el borrador de mi último ratoseller, transcribir una entrevista con Ratillis Roedriz, una nueva diseñadora de moda que está causando furor entre los ratoncitos y ratoncitas más jóvenes, y repasar unos reportajes que me ha enviado mi hermana Tea desde la Isla de las Ballenas. ¡Por mil quesos de bola! ¡Iba con la lengua fuera para llegar a todo! Había ya anochecido cuando los demás roedores de la redacción ya se habían ido para sus casas y a mí me faltaba solamente guardar los documentos cuando, de repente, ¡se fue la luz de la oficina! El pelaje se me volvió blanco como un queso fresco… Cuando volvió la luz al cabo de un rato, miré el ordenador y me quedé boquiabierto, aplatanado, echo papilla de queso… ¡No se había guardado el trabajo de TOOOODA la jornada!

Con la cola entre las patas, cerré la puerta de mi despacho y me fui arrastrando hasta la calle. Respiré profundamente el aire fresco de primavera para llenar mis pulmones, conté hasta diez e intenté quitarle importancia al asunto. Miré mi reloj… ¡Se había hecho tardísimo! No me sentía con fuerzas ni para prepararme la cena, así que me acerqué al restaurante de la esquina para tomar un bocado y allí todo cambió. Un grupito de ratones estaba cantando, bailando y contando divertidas anécdotas. ¡La gente que estaba allí empezó a reírse a carcajadas! Yo mismo noté que se me dibujaba una sonrisa en los morros que se iba haciendo cada vez más grande… ¡hasta que empecé a desternillarme de risa! ¿Sabíais que la risa es el mejor antídoto contra la tristeza, amiguitos? Esa sesión de humor superratónica hizo que recuperara el ánimo y lo viera todo mucho mejor que antes. ¡Mañana sería otro día e intentaría rehacer todo lo que no se había guardado hoy!

Y pensando precisamente en que el buen humor es algo que nunca puede faltar he decidido lanzar nuevos chistes ¡para partirse de risa! ¡Los 1.000 chistes más morrocotudos y famosos de la Isla de los Ratones reunidos en un solo volumen! Mil nuevos chistes para divertirse en cualquier momento, ¡palabra de Stilton, Geronimo Stilton!

¡No te los puedes perder!