La mágica noche de los elfos

Queridos ratoncitos,

Me siento como una bolita de queso: relleno, redondo y un poco pesado. Seguramente aún estoy digiriendo la superratónica cena de Navidad que celebramos en mi casa los 153 parientes (¡más los amigos!) que nos reunimos para estar juntos en esa noche tan especial, tan mágica. ¡Qué delicioso estaba el pastel que preparó tía Lupa y sus galletas de jengibre! Los aromas de la cena aún están impregnados en toda la casa. ¡Os doy mi palabra de roedor!

En la fiesta estuvieron Benjamín, tía Margarina y tío Mascarpone, con Nina y Mina, Patty Spring y Pandora, el abuelo Torcuato, los Zanzíbar... ¡Estuvo la familia Stilton al completo! ¡No faltó nadie! Cada uno se ocupó de una tarea: Tía Lupa, Pina y Trampita prepararon la cena; yo encendí el fuego, ofrecí canapés o tazas de ponche con mozzarella y canela; Benjamín, Pandora, Mina y Nina se dedicaron a poner la mesa y decorar el árbol de Navidad; el abuelo Torcuato, naturalmente, dirigió las operaciones y nos animaba… ¡Por suerte, todos colaboramos para que la noche fuese perfecta porque este año estuvo a punto de fallar TODO! Y cuando digo todo es todo, amiguitos…

¡Por mil quesos de bola! Seguro que os pican los bigotes de curiosidad por saber qué había sucedido para que yo, Geronimo Stilton, amante confeso de la Navidad, pudiese fallar en una cita tan especial que, además, de celebraba en MI casa. Mientras estaba ultimando una larguísima lista de cosas pendientes, recibí una llamada telefónica de mi querido abuelo Torcuato Revoltosi, quien reclamó que fuese enseguida a trabajar a la redacción de El Eco del Roedor. Ni siquiera mi hermana Tea, que intentó explicarle que estaba ajetreadísimo con los preparativos navideños, le convenció para que me dejara hacer fiesta ese día. Corrí tan deprisa como me dejaron mis patitas, cargado de paquetes y paquetitos. Al abrir la puerta, vi que la redacción estaba desierta… ¡todos los colaboradores que trabajan en el periódico tenían fiesta! Por mucho que protesté, pataleé y supliqué me tocó trabajar ese día.

Ya había anochecido y yo aún estaba en el despacho trabajando con Tea y Trampita (que se unió a nosotros para gastarnos bromas). ¡Hasta que en la redacción irrumpieron Bifo y Bifa, dos simpáticos elfos que lo llenaron todo de magia y nos condujeron al Polo Norte! Sí, roedores, habéis oído bien. Fue un viaje fantástico que nos permitió conocer a Papá Noel y descubrir la importancia del espíritu navideño. Fue tan mágico, tan morrocotudo y tan increíble que lo he redactado todo, punto por punto, en La mágica noche de los elfos. ¡Es un libro para relamerse los bigotes y los contrabigotes!

¡Estas vacaciones, dejaros contagiar por la magia de la Navidad!

Vuestro amigo

Geronimo Stilton