¿Me ayudáis con la edición especial del Eco del Roedor?

¡Por mil quesos de bola!

¡No os podéis imaginar qué día gatuno he tenido! Empiezo por el principio, roedores… 

Me he levantado con mucho calor, con el pelaje empapado de sudor y enrollado en las sábanas de mi cama como una momia. Creo que he tenido una pesadilla en la que unos quesos de bola gigantes me perseguían por una cuesta empinada con la intención de zampárseme. ¡Qué canguelo!

Con los ojos aún pegados de sueño, me he acercado al cuarto de baño para refrescarme el morro y los bigotes, ¡pero no ha salido ni una gota de agua! Abrí y cerré el grifo un par de veces por si, estando aún tan dormido, no había atinado en abrirlo bien… ¡Pero no! ¡El chorro de agua refrescante que tanto deseaba seguía sin salir! Tampoco salía ni de la ducha, ni del grifo de la cocina, ni de la manguera del jardín… ¿Me habían cortado el agua? ¡Con este calor…! 

Saqué el morro por la puerta de entrada, aún en pijama y con el pelaje alborotado, y vi a unos operarios trabajando en unas cañerías cerca de mi casa. “¡Buenos días, señor Stilton! ¿No le habremos despertado, verdad? Habrá visto el aviso que le dejamos anoche. Lo lamentamos pero hay una avería en la toma general de agua del barrio y no habrá agua durante todo el día. Esperamos que ayer llenara algún recipiente con un poco de agua para poder asearse”, me gritaron desde la distancia mientras me saludaban con la pata. 

¿Un aviso? Yo no vi ningún aviso… ¿O quizá era ese papel que encontré por debajo de la puerta de casa y que confundí con una promoción de 2x1 en pizzas cuatro quesos del Rincón del Glotónez, el nuevo restaurante de moda del centro de Ratonia? ¡Por mil quesos de bola! ¡Qué contrariedad, Geronimo!

Me arreglé los bigotes como pude, me eché un poco de perfume de gorgonzola en el pelaje, me enjuagué los morros con una tisana de menta fresca y me fui a trabajar. ¡Esperaba que nadie de la oficina se diera cuenta de mi aspecto, menos impecable que de costumbre!

En el trayecto hasta la redacción, me crucé con un par de vecinos y me dio la sensación de que me miraron algo extrañados, incluso un poco sobresaltados. ¿Olería mal? ¿Tendría el pelaje aún mojado? ¿Se vería mi camisa arrugada? ¡Qué vergüenza! 

Cuando entré en la oficina, saludé a los compañeros como de costumbre. Nadie pareció percatarse de mi percance matutino,  o eso creía yo, así que cuando cerré la puerta de mi despacho tras de mí, apoyé mi espalda y respiré aliviado. 

¡TOC TOC! “Señor Stilton, ¿puedo entrar?”. Era la voz de Ratonila, mi querida y eficaz asistente. Me aparté de un brinco y entró rapidísimo, cerrando de nuevo la puerta, como si fuera una ratoncita escapando de un grupo de felinos hambrientos. Llevaba en una mano un cubo de agua, un poco de jabón, y una camisa limpia e impecablemente planchada en la otra. “Señor Stilton, sabía que esto pasaría tarde o temprano. ¿Se alargó más de la cuenta la rueda de prensa de presentación de su último libro de ayer? ¿O ha estado trabajando toda la noche en el reportaje sobre el verano que tenía pendiente? Tome, acicálese un poco los bigotes, por favor, y vuelva a parecer el director de este periódico y no una rata de alcantarilla”, me dijo. 

¡Por mil quesos de bola! ¡Qué bochorno! Os doy mi palabra de roedor que este episodio me dejó en shock todo el día, amiguitos. Estaba intentando concentrarme en el reportaje que, efectivamente, debía acabar esa mañana para poder cerrar la edición especial de verano del Eco del Roedor cuando, de repente, la pantalla del ordenador se apagó. ¿Sería por el calor que hacía que se habría sobrecalentado? Le di una y otra vez al botón de encendido pero nada… ¡Muerto, caput, fundido a negro! ¡Y mi artículo estaba dentro sin ninguna copia de seguridad! ¡Imposible recuperarlo! 

Cuando lo comenté en la redacción, cundió el pánico. ¡¿Y ahora qué debíamos hacer?! Mis patas estaban blanditas como un queso Brie. Ratonila, una vez más, me sacó del apuro: “Señor Stilton, creo que sería una buena idea pedir ayuda a los ratoncitos de la comunidad. Son todos unos escritores morrocotudos y estoy convencida de que si se lo pide le mandarán unas artículos de verano superratónicos para poder lanzar la edición especial del Eco del Roedor. ¿Qué le parece?”.

“¡Me parece una idea brillante, superratónica, estratosférica! ¡Gracias de nuevo, Ratonila”, exclamé. ¡Así pues, me zumbarían los bigotes si os pusierais patas a la obra para compartir con toda la comunidad vuestros artículos inspirados en el verano! Todas las propuestas son bienvenidas: desde lo que más os gusta hacer cuando estás de vacaciones, hasta propuestas de juegos para distraeros durante los trayectos en coche, pasando por ideas de recetas refrescantes, cuáles han sido vuestras mejores vacaciones, etc. ¡Lo que salga de vuestra imaginación!

¿Qué os parece, roedores? ¿Me echáis una pata para la edición especial de verano del Eco del Roedor? ¡Podéis mandarme ya mismo vuestros artículos a través de este enlace! ¡Yip yiiiip! El plazo para recibir vuestros escritos se acaba el próximo 2 de agosto. 

Un ratonil abrazo

Geronimo Stilton