El extraño caso del ladrón de chocolate

¡Por mil quesos de bola!

¡Qué bonita y fantástica es la primavera! Los pajarillos pían en las ramas floridas de los árboles, el viento sopla ligero, el sol brilla cálido en el cielo… ¡Cuando llega esta estación del año disfruto como un ratoncillo en una despensa repleta de bolitas de queso! Y no soy el único… ¿Sabíais que, en Ratonia, el primer día de primavera es un momento de fiesta? ¡Sí, amiguitos, en la ciudad de los ratones, para celebrar la llegada la primavera, nos regalamos deliciosos huevos de chocolate! Además, se organiza la Búsqueda del Huevo por las calles de la ciudad y un Concurso de Pastelería para elegir el mejor huevo de chocolate. ¡Suena para relamerse los bigotes y los contrabigotes, ¿verdad?!

Este año lo tenía todo extra- organizado y extra-preparado para sacar una edición especial de El Eco del Roedor, que haría zumbar los bigotes de nuestros lectores de la emoción: concertaría una entrevista con el alcalde… después iría a la plaza para cubrir la Búsqueda de los Huevos Ocultos por las calles de la ciudad… después escribiría un artículo sobre la Exposición de Huevos y otro sobre el valioso Huevo de Ratbergé… Yip, yip… Pero, mi primo Trampita interrumpió mis planes: ¡quería participar en el tradicional Concurso de Pastelería y me pidió que yo fuera su ayudante! Sus palabras me dejaron pálido como una mozzarella y, aunque le pregunté por qué debía ser yo quien le ayudara, me respondió sin dudarlo que necesitaba un catador.

“Imposible –le dije-. Hoy estoy muy ocupado”. Sin embargo, apareció en escena mi amigo Metomentodo Quesoso y, enl lugar de echarme una pata, lo complicó todo. “¡Geronimito, haz un esfuercito! ¡Trampita es un pesadito, pero no deja de ser tu primito! ¡Échale una manita!”, canturreó desde el otro lado del ordenador. Así que accedí a concursar con Trampita y, a la vez, a ayudar a mi amigo de la infancia a resolver un enigma. ¡En menudo lío me había metido yo solito! ¡Pero, por mil quesos de bola! No podía decirle que no a un amigo en apuros…

Cuando por fin pude llegar a la oficina de Metomentodo que, por cierto, estaba hecha un desastre como de costumbre, me contó que el Huevo de Ratbergé, la pieza estrella de la Exposición de Huevos que se inauguraba esa noche, el evento más importante de la Fiesta de la Primavera, ¡había sido robado! ¡Por mil quesos de bola! ¡Teníamos que recuperarlo! Así que mi peculiar amigo y yo nos pusimos patas a la obra para encontrar al ladrón de los huevos de chocolate… pero a la vez, tenía que ser el catador de Trampita en el Concurso de Pastelería (¿chocolate con guindilla?, ¿de baba de caracol?, ¿de ajo?) así que ya podéis imaginaros que acabé agotado… hecho un flan… ¡fundido!

¡Fue un Día de la Primavera que jamás olvidaré! ¡Amiguitos, en el nuevo libro El extraño caso del ladrón de chocolate podréis descubrir todos los detalles de esta increíble aventura! 

¡Os relameréis los bigotes!

Palabra de roedor