¡Demos la bienvenida a la Primavera!

Queridos taquitos de parmesano,

¿Lo oléis? ¿Lo sentís en el pelaje, en el hocico y en los bigotes? ¿Notáis que el sol brilla difrente, el cielo está más azul y los pajarillos cantan con más fuerza? ¡Por mil bigotes! ¡¡Hoy me he levantado de un humor felicísimo porque YA HA EMPEZADO LA PRIMAVERA!! ¡Aunque ahora mismo, tengo los morros tan hinchados como las patas de un ultramaratoniano tras una competición a 30 grados a la sombra...!

¡Yip, yip! Pero mejor vayamos por partes... Esta mañana, nada más despertarme, he abierto los ojos de par en par, he salido de la cama de un brinco y me he asomado rápidamente por la ventana para que los primeros rayos de sol primaveral me calentaran el rostro. ¡Aaaah! ¡Ha sido tan delicioso como zamparse de un solo bocado un queso tierno cuando uno está hambriento! Con la energía renovada, me he tomado un desayuno equilibrado a base de fruta fresca, lácteos y cereales, y he decidido ir a la oficina dando un rodeo. ¡Quería recargar pilas disfrutando un poco del aire libre! ¡El ambiente era distinto, se respiraba alegría por todos lados!

En lugar de ir por la calle a la que estoy acostumbrado, he ido zigzaguenado hasta el parque de las Siete Colinas de Ratonia. ¡Qué preciosidad! ¡Había un increíble manto de flores silvestres, sobrevolaban mariposas de varios tonos, tamaños y formas, y de las ramas de los árboles brotaban tímidos brotes verdes que en pocos días se convertirían en imponentes hojas! Dejándome llevar por la emoción, he metido el hocido en un conjunto de flores lilas que me ha llamado la atención. He cerrado los ojos para concentrarme solamente en su fragancia, cuando de repente, ¡AY! ¡UY! ¡OU! ¡AUCH! ¡Noté una punzada repentina en la punta de los morros, justo donde me empiezan los bigotes! ¡Qué dolor tan horripilante, amiguitos! Pegando gritos y dando saltitos ridículos he logrado acercarme al lago y, sin pensarlo demasido, he metido toda la cocorota dentro del agua, a pesar de que ésta aún está fría como un helado de Don Giovanni.

Cuando el frío ha logrado calmar un poco el picazón, me he mirado en el reflejo del lago ¡y he visto que tenía una picadura gigantesca! ¡Me había picado una avispa! ¿Qué les diría a mis compañeros de El Eco del Roedor? ¡No podía disimular tal protuberancia! Sólo podía confesar que soy un poco patoso y que me había dejado llevar por el espíritu de la primavera.

Ya en la redacción he visto miradas divertidas, risas disimuladas y carcajadas entre compañeros... "Mira, el jefe ha llegado tarde porque ha metido los morros donde no debía", me ha parecido escuchar. ¡Por mil quesos de bola! ¡Qué vergüenza! ¡Era el hazmereír de toda la oficina! ¡Con lo contento que estaba yo! Rápidamente me he encerrado en mi despacho y he dado órdenes de que nadie me interrumpiera porque tenía muchos informes que terminar... ¡Por mil mozarellas! Os doy mi palabra de roedor, amiguitos, que he intentado concentrarme pero me escocía tanto la nariz que era incapaz de teclear dos palabras seguidas.

Ratonila, mi secretaria, que se olía que algo no iba bien, entró a comprobar cómo estaba. Vi en sus ojos que se asustó por el tamaño que había adquirido mi napia. Sin preguntar nada, dio media vuelta y volvío al cabo de unos minutos con una pomada que le había dado mi farmacéutico, a base de hierbas silvestres refrescantes. "Tome, jefe, me da en la nariz que necesita un poco de esto en la suya", dijo chistosa. La quise reprender con la mirada, pues no estaba yo para bromas, pero mis patas le arrebataron el ungüento y me lo refregué sin perder un minuto por toooooda la nariz. "¡Aaaaaaaahhh, qué alivio! ¡Muchas gracias, Ratonila! ¡¡La verdad es que no sé qué haría sin ti!!", susurré agradecido y aliviado.

Y vosotros, queridos roedores, ¿cómo habéis celebrado la llegada de la primavera? ¿Jugando al aire libre, dando una vuelta en bicicleta o zampándoos una copa gigante de helado?

¡Escribidlo en los comentarios!

Un abrazo superratónico

Geronimo Stilton